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            Sandro Herrera Domínguez es conocido también 
              como Kelemvor 
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             por Sandro Herrera, Junio 2002 
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               - P...pe...pero, yo como iba a saber que... 
                 - Te comprendo, y se que no es una tarea fácil 
              la tuya, pero ahora debes estar pendiente de todo lo que te rodea. 
                 - ¡No!, yo no puedo con todo esto. Me estoy 
              confundiendo. Cuando creí estar a punto de morir apareces 
              tú, que supuestamente, deberías estar ayudando a otro 
              como yo. 
                 - Es cierto lo que dices, en otros lugares del 
              mundo, la situación de la Naturaleza es casi igual a la de 
              aquí. Pero ha surgido algo que no esperábamos. Leivdagma 
              y sus Caballeros están en esta ciudad y nosotros, los Protectores, 
              también hemos venido para acabar con sus planes. 
                 - ¡Eso no es posible!, hace nada he hablado 
              con Dryselle y no me ha contado nada de esto. 
                 - Lo se, pero es que ha ocurrido de improvisto. 
              Verás, a nosotros no se nos está permitido presentarnos 
              en nuestra forma original, pero los problemas son cada vez mayores, 
              por eso Nuestra Madre se te ha revelado tal y como es -el asunto 
              parecía grave, sin embargo, Julniç tenía un 
              tono de voz muy calmado- Leivdagma, al enterarse de que Dryselle 
              había roto las normas, se ha presentado con todos sus Caballeros 
              y quien sabe con qué planes. Aún así, están 
              todos bajo la apariencia de humanos.  
                 - Entonces ¿pueden acabar conmigo cuando 
              se lo propongan? 
                 - Esperemos que no, de todos modos hay gente a 
              tu alrededor con más poder del que crees. 
                 - ¡Mierda!, esto es un caos.-grité 
              sin mirarle a la cara. -Yo estaba temblando- 
                 - La propia Naturaleza está en un Caos 
              que no puedes imaginar. 
                 - La Naturaleza, la Naturaleza, ¡¿es 
              que no habéis pensado ni por un solo momento en lo que me 
              puede pasar a mí y a todos los que me rodean?! 
                 - Tu eres parte de la Naturaleza, si ella cae, 
              tu y toda tu gente también lo hará. 
                 - Pero si los vosotros estáis aquí 
              y podéis acabar con Leivdagma, ¿para qué me 
              queréis a mí realmente? 
                 - Al igual que algunas personas que te rodean 
              son poderosas, tú también estás dotado de un 
              poder que no conoces. Ahora te toca descubrirlo. 
                 - Pero a mí Dryselle no me dijo nada de 
              eso. 
                 - La Madre sólo ha hecho lo que debía 
              hacer, te ha hecho ver cosas que de otra manera no hubieras visto 
              nunca. 
                 - ¿Me ha engañado?, ¿Estoy 
              siendo utilizado? 
                 - No te ha engañado. Leivdagma es una amenaza 
              para la Naturaleza y nosotros luchamos contra ella. 
                 - Vale, ¿y yo qué pinto aquí? 
                 - Tu eres uno de los Caballeros de Leivdagma. 
                 - ¿Cómo dices?, Osea ¿que 
              no solo soy un Caballero si no que soy uno de Leivdagma? Pues no 
              me lo puedo creer. 
               Julniç extendió su brazo izquierdo 
              y pronto se vio abrazado a un espejo alto que se había formado 
              a su lado. El espejo tenía un marco plateado en forma de 
              enredadera.  
               - Colócate frente al espejo -exigió él- 
               Al ponerme frente al espejo vi la calle detrás 
              de mí, como si no hubiera ninguna capa azul. Pero veía 
              algo más. Una suave luz naranja salía de mí, 
              en la barriga. Me levanté el jersey y la camiseta y la luz 
              se brilló más fuerte aún. Parecía cómo 
              si tuviera una bombilla roja justo detrás del ombligo. La 
              luz se apagaba y se encendía, lentamente. Yo, completamente 
              atónito le pregunté a Julniç: 
               - ¿Qué demonios es esto? -no dejaba 
              de mirarme en el espejo- 
                 - Toda tu vida has llevado dentro el conocido 
              Diamante de Fuego. -hizo una pausa, miró al espejo y continuó- 
              Desde que naciste ha ido creciendo lentamente, y ahora está 
              apunto de explotar- 
                 - ¿Y qué va a pasar si explota? 
                 - Te convertirás en un Caballero de Leivdagma, 
              fiel a ella y a sus malvados planes. 
                 - Jooooder....-no pude decir otra cosa- 
                 - Pero no te preocupes, nosotros estamos aquí 
              para ayudarte. 
                 - Pero si me voy a convertir en un Caballero del 
              Caos, ¿por qué Luna iba a matarme? 
                 - No te iba a matar, solo pretenden asustarte, 
              eso hace que crezca la piedra. Ayer la piedra era pequeña, 
              hoy tiene casi el tamaño de un puño. 
                 - Y, ¿cómo me vais a ayudar? 
                 - Solo tenemos una opción. -Julniç 
              agachó la cabeza- 
                 - ¿Y cuál es? -dije con desesperación- 
                 - Convertirte en un Caballero de Dryselle. 
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               Ya no aguanté más y me puse a llorar: 
               - Joder...¡Joder! ¿Por qué 
              yo, joder?, ¿Por qué yo? 
                 - Se como te sientes, yo he pasado por lo mismo. 
              A los cuatro años yo.... 
                 - ¡A los cuatro años! -le interrumpí- 
              A los cuatro años no tenías ni conciencia. Pero yo 
              tengo amigos, tengo familia a la que quiero, tengo un examen el 
              martes para el que he estudiado mucho. Y ahora, resulta que he estado 
              perdiendo el tiempo, que todo lo que he hecho no ha servido para 
              nada. -Julniç agachó la cabeza y luego hizo desaparecer 
              el espejo- Ahora, ¿cómo se supone que me voy a convertir 
              en uno de vosotros? 
                 - Mediante un ritual. Ahora debo dejarte en un 
              lugar seguro. 
                 - Si, claro, lo que tu digas -me crucé 
              de brazos y esperé. Julniç hizo un gesto raro con 
              las manos y las llamas azules empezaron a desaparecer. Ahora no 
              estábamos en la calle, estábamos en un cuarto lleno 
              de cajas, parecía un almacén. 
                 - Debes esperar aquí, volveré pronto. 
               Él desapareció y yo no me preocupé. 
              Me puse a inspeccionar el cuarto, aunque en realidad no había 
              poco más que cajas vacías y unas viejas sillas de 
              madera. Me senté en una de ellas y esperé. Pronto 
              oí un ruido y me levanté, nervioso, pero pensé 
              en tranquilizarme por si me explotaba el Diamante. Se escuchó 
              un golpe en la puerta de metal y yo me escondí tras una caja 
              de cartón. La puerta se abrió y entró Roberto. 
               - ¡Roberto! -me levanté- ¿qué 
              haces aquí? 
                 - Shhh! Calla! -Roberto parecía nervioso- 
                 - ¿Cómo? Que..¿por q.... 
                 - Cállate por favor -Roberto cerró 
              la puerta del cuarto con cuidado y luego se escondió detrás 
              de la caja, yo hice lo mismo- 
               Yo le fui a hablar en voz baja, pero me lo impidió 
              tapándome la boca. Por fin accedí. Me di cuenta de 
              que ya no llevaba patines. De pronto se escuchó otro ruido 
              y luego una voz gritando: 
               - No vas a escapar pequeño insecto, sabes que no puedes 
              conmigo. -La voz me resultaba muy familiar- 
               Roberto, parecía seguro de si mismo, como 
              si detrás de aquellas cajas no lo fueran a encontrar. Se 
              oyeron pasos y de repente, la puerta se abrió de una pata. 
              El autor de la patada era el heavy de la biblioteca. Me pregunté 
              en que lío se había metido Roberto ahora. 
              El joven entró, tenía cara de cabreado. En la mano 
              llevaba una porra llena de letales pinchos. Al entrar al cuarto, 
              soltó una risa demoníaca y luego giró la cabeza. 
              Fue directo hacia donde estábamos. 
               - Con que aquí estás, pequeño gusano -le dijo 
              el heavy a Roberto- y con la compañía que yo suponía. 
              Bien, bien. 
               Roberto me cogió por el jersey y corrimos 
              hacia el fondo de la habitación. Ya no había nada 
              que pudiéramos hacer para que ese tipo nos viera. Nos quedamos 
              paralizados, pegados a la pared de ladrillo rojo, justo en frente 
              de la puerta de metal. El joven se no acercaba lentamente, echando 
              su sombra sobre nosotros, sin que pudiéramos verle bien la 
              cara. Roberto cerró los ojos y me lanzó hacia un lado. 
                 Quedé oculto detrás de unas cajas, 
              sólo podía ver a los dos jóvenes enfrentados. 
              Roberto me lanzó una mirada y luego se dejó caer, 
              apoyando la espalda en la pared. El heavy rió y dijo: 
               - Tu y tus amiguitos me estáis cansando. Pero cuando acabe 
              contigo, ellos serán más débiles. 
               Después de pronunciar ésta extraña 
              frase, levantó a Roberto cogiéndolo por el cuello. 
              Roberto no ponía resistencia.  
                 Cuando el heavy había levantado a Roberto 
              medio metro del suelo, levantó su porra y se dispuso a romperle 
              la cara al patinador. Yo observaba la escena temblando. Cuando ya 
              creía a Roberto muerto, una luz azul invadió el cuarto, 
              cuando la luz se fue, el heavy calló al suelo. 
                 Roberto no parecía muy sorprendido, pero 
              se quedó mirando a la persona que había causado la 
              luz y la muerte del heavy y le habló: 
               - Por fin has llegado, Jul, creí que iba 
              a morir. 
                 - Lo siento, pero tenía un pequeño 
              compromiso -dijo una frágil voz masculina que me resultó 
              familiar- 
               Me levanté para acercarme a mis acompañantes. 
              Mi sorpresa fue gigante al descubrir que el salvador de Roberto 
              era Caín, que ahora estaba de pié y mostraba una actitud 
              más confiada. 
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               - ¡Caín!, pero, ¿qué 
              es lo que pasa? -grité yo muy confuso- 
                 - Siento haberte engañado Óscar, 
              pero ahora no puedo responderte, ya te he explicado lo suficiente. 
                 - Perdona, pero ese libro no me ha resuelto las 
              dudas y si te quieres andar con misterios te sugiero que..... -me 
              tragué las palabras al comprobar cómo el paralítico 
              Caín se iba transformando en el fiel guerrero Julniç. 
              Mi estado de confusión se prolongó más cuando 
              mis padres y mi hermana Sara entraron a la habitación- 
               Ignoré por un momento a Caín-Julniç 
              y me centré en mi familia. 
               - Papá, mamá, ¿qué hacéis aquí? 
               No se molestaron en contestarme. Se acercaron 
              a Roberto y se colocaron en fila, pegados a la pared. De izquierda 
              a derecha estaban Roberto, Sara, mi madre y mi padre. 
                 Julniç me cogió por un brazo y me 
              apartó hacia atrás.    Sentí 
              un escalofrío cuando las llamas que lo envolvían me 
              acariciaban el brazo.  
                 Julniç se cruzó de brazos y me dijo 
              que esperara pacientemente. Enseguida unas llamas azules subieron 
              por los pies de Roberto hasta cubrirlo completamente. Las llamas 
              pasaron luego a mi familia. Después se fueron convirtiendo 
              en seres completamente distintos. Roberto ahora llevaba una túnica 
              igual a la de Julniç, mi hermana también. A todos 
              se le oscurecieron los ojos, convirtiéndolos en pequeñas 
              bolas de negro cristal. La melena de Roberto era ahora dorada y 
              le llegaba hasta el cuello, perfectamente peinada. En las manos, 
              que las tenía juntadas encima del pecho, le aparecieron unas 
              runas rojas parecidas a las de Julniç pero no las mismas. 
              Todos iban cobrando un color de piel celeste. Mi hermana, que ahora 
              levaba el pelo negro y corto (más corto que el de Roberto) 
              , tenía una runa como las anteriores en la frente.  
                 Aún por debajo de las llamas, notaba unas 
              más fuertes que levitaban sobre la cabeza ahora calva de 
              mi padre. Él llevaba un pequeño traje de terciopelo 
              verde, pero encima tenía un gran manto nubes grisáceas. 
                 Miré atónito a Julniç y éste 
              asintió como si entendiera lo que yo pensaba, luego afirmó: 
               - Sí, son los Caballeros de Dryselle. 
               Pero nunca imaginé, aún cuando 
              ví que a mi madre le brotaban unos preciosos rizos de la 
              cabeza, que precisamente ella era Dryselle. 
               Cuando acabó la metamorfosis del grupo, 
              las llamas dejaron de envolverlos a todos juntos y dejaron que cada 
              uno estuviera protegido por sus propias llamas, excepto Dryselle. 
              Ella se me acercó y me dijo: 
               - Se que los medios que hemos usado para ponerte de nuestro lado 
              han sido precipitados, pero el Diamante de Fuego ha crecido muy 
              rápido en muy poco tiempo. Pero voy a aclararte todas las 
              dudas que tienes. 
               Yo me senté en una caja de madera y con 
              lágrimas en los ojos le indiqué que empezara. 
               - Nosotros no somos tu familia, ellos están 
              ahora en un lugar seguro aunque no están al corriente de 
              todo lo que te está pasando. Pero si es cierto que tu familia 
              no ha sido siempre la verdadera. 
                 - ¿Qué quieres decir? 
                 - Hoy en tu almuerzo no has sido consciente de 
              que tres de los más importantes Caballeros de Leivdagma han 
              poseído el cuerpo de tus padres y de tu hermana. Ésta 
              no era nada más y nada menos que la que tu creías 
              que se llamaba Luna. 
                 - Joooder. ¿He estado durante toda mi vida 
              a merced de todos vosotros? 
                 - Sólo desde que sabemos que llevas La 
              Piedra contigo.  
                 - Ah claro, la piedra. 
                 - Todas las demás cuestiones te las sabes, 
              ahora es el momento de convertirte en uno de los nuestros. 
                 - Y... ¿y si no quiero? ¿Me vais 
              a obligar? 
                 - Desde luego que no, pero tu eres poderoso y 
              si te conviertes en Caballero igualaremos en fuerzas al equipo de 
              Leivdagma. El mundo está en tus manos, la Naturaleza está 
              en tus manos. 
                 - ¿La Naturaleza en mis manos?, Eso es 
              mucha responsabilidad. 
               La que antes era Sara, mi hermana se acercó 
              rápidamente a mí y me cogió por el jersey con 
              las dos manos. Luego me suplicó: 
               - Por favor, te ruego, que nos ayudes. -la chica 
              parecía muy posesiva y aprecié que sus oscuros ojos 
              estaban encharcado- Nunca antes habría pedido ayuda a un 
              humano, pero ahora lo hago. Es muy urgente, por favor.  
                 - Tranquilízate Miriad -la consoló 
              el que yo conocía por Roberto- no podemos esperar que nos 
              haga caso. 
                 - ¿Es que no lo entiendes Dulph? Si no 
              nos colabora se convertirá en uno de ellos. 
                 - ¡Esperad! -grité yo- ¿Eso 
              quieres decir que, haga lo que haga, me convertiré en Caballero? 
                 - Me temo que sí -dijo Julniç- antes 
              intenté explpicártelo. 
                 - Mierda, ¡Mierda! -me tapé la cara 
              con las manos para que no me vieran llorar de la forma en la que 
              lo estaba haciendo- Entonces.... que comience el ritual. 
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               Me tumbaron en el suelo. Se colocaron de tal 
              manera que Dryselle quedó de pié detrás de 
              mi cabeza. A mis pies estaba Julniç y a los lados Miriad 
              y Dulph.  
              El que era mi padre era un Caballero también, pero él 
              se especializaba en rituales y misas, era una especie de sacerdote. 
              Se llamaba Ventician. 
               Ventician me tapó sin mucho esmero con 
              su manto de nubes. Acto seguido le hizo una señal a Dryselle, 
              ésta juntó sus manos y las levantó, parecía 
              que estaba pidiendo limosna. A sus manos empezaron a llegar las 
              llamas que protegían a Julniç, Dulph y Miriad. Éstos 
              estaban como en trance. Las llamas azules quedaron en las manos 
              de Dryselle en forma de bola. Ella empezó a Levitar entonces. 
              Luego abrió los ojos, y de ellos salieron unos rayos negros 
              que se mezclaron con las llamas que formaban la bola. Ventician 
              se colocó detrás de Julniç, luego le hizo un 
              gesto a Dryselle, ella asintió y el sacerdote atravesó 
              el estómago del Caballero. Julniç soltó un 
              grito, pero al instante Dryselle sopló la bola de llamas 
              y una estela azul se dirigió al Caballero, entonces éste 
              quedó anestesiado. 
                 Aún se notaba el puño del sacerdote 
              por debajo de la túnica de Julniç. El desgradable 
              acto que luego se repitió con Dulph y Miriad tenía 
              como propósito arracar el Rubí de Agua, la piedra 
              contraria al Diamante de Fuego. 
                 Cuando el sacerdote tuvo las tre piedras, se las 
              dió a Dryselle, que ya estaba en el suelo. Yo temí 
              que me fueran a arrancar mi piedra de la misma manera. 
              Dryselle tenía las tres piedras en la mano, cerró 
              los ojos y se concentró. Cuando los volvió a abrir, 
              le salió un rayo como el anterior. El rayo convirtió 
              las tres piedras en una. Después Dryselle entregó 
              la piedra al sacerdote y se apartó un poco.  
                 Ventician pasó la piedra por cada una de 
              las runas de los Caballeros. Si antes la piedra era preciosa, ahora 
              lo era más, porque depués de haber pasad por todas 
              las runas, había adquirido una luz amarillenta que hacía 
              notar que era una piedra preciosa y poderosa. 
              Ventician se arrodilló ante mí, alzó la piedra, 
              como si me la fuera a clavar y pronunció unas palabras en 
              un idioma que aún no iba a entender. 
                 Al acabar la frase, la luz amarilla de la piedra 
              se vació sobre el manto nublado. La negrura de las nubes 
              del manto desapareció. Después yo noté una 
              sensació muy incómoda, y me di cuenta de que mi cuerpo 
              estaba absorviendo las nubes que me cubrían. 
                 Cuando absorví todo el manto, yo no noté 
              nada raro. El sacerdote me levantó, Dryselle me sonrió 
              y dijo: 
               - Ya hemos acabado. Ahora eres de los nuestros. 
                 - Y a ellos ¿qué les pasará? 
              -señalé a mis compañeros inconscientes- 
                 - No te preocupes, se están recuperando. 
              En cuanto a tí.... 
                 - .... En cuanto a mí, supongo que la vida 
              que me toca vivir de ahora en adelante va a ser totalmente distinta. 
              Supongo que mi vida pasada no habrá servido de nada, también 
              supongo que habría aprobado el examen de Historia -me reí 
              sarcásticamente y miré a Dryselle- estudié 
              mucho ¿sabes?, pero desde luego no he hecho esto porque me 
              lo pidáis vosotros, lo he hecho porque de verdad siento lo 
              que pasa en el mundo, y no se si es que vosotros me habéis 
              cambiado la forma de pensar, sólo sé que lo siento 
              y espero que al unirme con vosotros acabemos con la destrucción 
              que en estos momentos, asora el planeta. Ahora, la Naturaleza está 
              en nuestras manos. 
            FIN 
               Esto es sólo una historia de la que 
              se sabe que tiene un pasado y que tiene un futuro. 
                 Los hechos que aquí narro son sólo 
              una parte de una historia que todos conocemos. La historia de un 
              planeta que está decayendo por culpa de un grupo de personas 
              a las que no le importa nada. ¿En qué grupo estás 
              tú?  
             
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