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             por Julián Díez, Agosto de 2002 
            Este artículo ha sido leído 
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               Cada conversación que tengo con un aficionado 
              al género en los últimos meses termina derivando hacia 
              el mismo tema: salen muchos libros, demasiados, y pronto comenzarán 
              a cerrar colecciones. La teoría del péndulo, ya se 
              sabe: el mercado de repente se infla, y luego gira de nuevo con 
              el cierre de colecciones, la supervivencia de alguna solamente y 
              el comienzo de un largo periodo de la carencia, alegre al principio 
              por la presencia de numerosos saldos en las librería, pero 
              progresivamente más monótono hasta reducirse las novedades 
              a un número ridículo que pone de manifiesto un hueco 
              en el mercado que las editoriales terminan por advertir. Y vuelta 
              a empezar.
                  Voy a intentar explicar por qué 
              creo que el péndulo ha dejado de oscilar. Eso no quiere decir 
              que el total de las tal vez una docena -a los viejos del lugar nos 
              suena demencial, pero es así (1)- de 
              editoriales que están publicando en la actualidad ciencia 
              ficción se mantengan en el candelero, pero sí estoy 
              seguro de que buena parte de ellas seguirán publicando en 
              el inmediato futuro, incluso si Minotauro -obviamente la clave del 
              desarrollo futuro de la situación- llegara a cerrar. Al igual 
              que creo que es posible que sigan vivas indefinidamente -o, lo que 
              es lo mismo, hasta que quien las publica se canse- las tres revistas 
              profesionales, o los incontables fanzines.
                  Para empezar, me gustaría explicar 
              por qué la idea del dichoso péndulo me parece una 
              auténtica chorrada. Según esa tesis, las editoriales 
              enloquecen de forma repentina pensando que el género vende 
              y se ponen a lanzar cualquier cosa, al punto de terminan destruyéndose 
              entre ellas. Esto, la verdad, atiende a una visión de las 
              editoriales como grupos de caprichosos erráticos que van 
              dando palo de ciego y se tropiezan permanentemente los unos con 
              los otros. Esta es una teoría de aficionados que creemos 
              saberlo todo; personalmente, tengo la sensación de que lo 
              lógico es que los profesionales que están trabajando 
              para el mercado editorial, y que supongo que en bastantes casos 
              llegaron ahí por razones más complejas que su amistad 
              con el cuñado de alguien, defiendan sus sueldos de forma 
              bastante más inteligente. En los últimos tiempos tuve 
              un par de ocasiones de tratar con editoriales importantes, y puedo 
              asegurar que están bastante lejos de tomar decisiones caprichosas. 
              La gente que trabaja ahí busca justificar su labor sopesando 
              muy bien donde se invierte el dinero de la empresa. Aunque, por 
              supuesto, también existen personajes de criterio errático 
              que alcanzan por razones extrañas posiciones de poder. Pero 
              esa es otra historia, no tan general como se piensa, aunque a la 
              cf le haya tocado sufrirla más de una vez
 y existan 
              sospechas de que estemos ante la posibilidad de volver a vivirla, 
              por qué no decirlo.
            
             
                  Lo que sí es cierto es que las 
              grandes editoriales tienden a tener poca paciencia. La cf es un 
              género en el que no se va a ganar mucho dinero, pero en el 
              que es posible no perderlo si se mantiene un catálogo de 
              calidad y se defiende a través del tiempo. Cada nuevo lector 
              que llega al género es un potencial comprador de los títulos 
              importantes; la existencia del fandom garantiza que, anualmente, 
              un título del estilo de Las estrellas mi destino, Mercaderes 
              del espacio o Hyperion tenga un goteo mínimo de cien, doscientos 
              ejemplares. 
                 El problema es que esa cantidad de ventas 
              no justifica el esfuerzo de una macroempresa (y por eso no hay reedición 
              de La caída de Hyperión, por ejemplo). Pero precisamente 
              en ese hecho está la posible fortaleza del mercado actual: 
              la mayor parte de la oferta del género está protagonizada 
              por pequeñas editoriales que pueden jugar con ese goteo sin 
              necesidad de saldar para vaciar los almacenes. Editoriales a las 
              que, en muchos casos, una tirada de 2.000 ejemplares, ridícula 
              para las empresas de corte tradicional, justifican el esfuerzo y 
              permiten el pago de unas cifras de derechos si no altas, al menos 
              sí suficientes, así como de traducciones y portadas 
              de calidad.
                  Estas colecciones, caso de La Factoría 
              de Ideas, Gigamesh, Bibliópolis o Pulp Ediciones, están 
              llevadas por amantes del género muy en contacto con el día 
              a día de los lectores, y que son capaces de detectar qué 
              títulos pueden gustar a un mercado pequeño, pero suficiente 
              para ellas: el fandom, sobre el que igualmente influyen con publicaciones 
              periódicas que crean expectación sobre sus títulos 
              etc. Casi nunca se llevarán los fiascos que en ocasiones 
              sufren las editoriales grandes, aunque difícilmente tampoco 
              conseguirán el tipo de títulos de gran éxito 
              -que suelen ser más obvios de seleccionar y más caros- 
              que se quedarán en Minotauro o Ediciones B.
                  Un hecho obvio es el que marca la diferencia 
              respecto al pasado para el desarrollo de esa "small press": 
              las mejoras tecnológicas. Con un ordenador conectado a la 
              red y un software no muy complejo, un editor cuenta con el equipo 
              necesario para llevar a cabo la totalidad de sus tareas hasta llegar 
              a la imprenta: desde la contratación de derechos hasta la 
              maquetación. Por otra parte, las propias imprentas están 
              igualmente preparadas para ofrecer precios competitivos a tiradas 
              pequeñas, llegando poco a poco al extremo, ya aprovechado 
              por algunas de las iniciativas más modestas, de las tiradas 
              "a medida" con las que es posible ir encargando más 
              y más ejemplares, según demanda, a un precio reducido.
                  Esas novedades tecnológicas permiten 
              igualmente la difusión de las iniciativas editoriales, que 
              despiertan el interés de los lectores más apartados. 
              Antes, un lector de provincias podía quedar sorprendido al 
              descubrir la existencia de un pequeño fanzine desconocido. 
              Hoy, ese lector tiene infinitas posibilidades para enterarse a través 
              de la red de que ese fanzine existe, y puede conseguirlo a través 
              de páginas web como Dragonlibros o las de las propias editoriales 
              (2).
                  Un factor adicional es el de la existencia 
              de medios de distribución que, si no ideales, si suponen 
              una mejora sustancial respecto a las situaciones previas. El trato 
              de empresas como Distrimagen o Dirac no es en muchas ocasiones el 
              ideal, pero al menos se trata de distribuidoras que no se mueren 
              de la risa cuando se les habla de cifras por debajo el millar de 
              ejemplares y que, hasta el momento, no dejaron empantanado a ningún 
              pequeño editor del género con pagos pendientes. Ambas 
              distribuidoras se aprovechan de un canal "paralelo", el 
              de las librerías de cómics, que ha terminado por extender 
              sus tentáculos a cada población de más de 20.000 
              habitantes. A mí la verdad es que me parece algo fascinante 
              que se pueda encontrar un libro de Gigamesh en Soria u otro de La 
              Factoría en Torrevieja, por citar dos lugares donde pude 
              verlos por mí mismo. Pero en ambos lugares existen ya tiendas 
              especializadas y lectores que, aparentemente, han asumido que esos 
              son los lugares en los que pueden encontrar el material de cf de 
              menor tirada.
             
                 Esto es en lo que hace referencia a esas 
              editoriales pequeñas. Pero ¿qué hay de las 
              grandes? Ediciones B me parece que, a estas alturas, garantiza la 
              supervivencia de Nova por tiempo indefinido. La colección 
              les ofrece de cuando en cuando un éxito de ventas inesperado 
              -como lo está siendo en los últimos meses el Criptonomicón 
              de Neal Stephenson pese a su elevado precio- que parece compensar 
              los periódicos batacazos que pueden detectarse en los montones 
              de saldos -tipo Nancy Kress o Zenna Henderson-.
                  Además, en los últimos tiempos 
              la reducción del número de títulos se llevó 
              por delante las apuestas más arriesgadas de Miquel Barceló: 
              ahora salen los ganadores o finalistas de los premios -que en general 
              tienen tirón-, las novelas que van produciendo los autores 
              "seguros" de la casa -en particular, Lois McMaster Bujold 
              y Orson Scott Card; las de Gregory Benford, la verdad, no conozco 
              a nadie que las siga, aunque supongo que habrá, porque si 
              no lo habrían dejado- y el muy agradecible clasiquillo anual. 
              Total, una situación estable, un tanto monótona y 
              poco creativa, pero que garantiza la presencia en esta editorial 
              de la mayor parte de las posibles "sorpresas" que salten 
              al gran público -como ocurrió con Hyperion o Ender, 
              como parece que pasará con Criptonomicón- al acaparar 
              los libros "con premio", pero que también limita 
              su posible influencia en el devenir del mercado: seguirá 
              como está y eso es todo. La noticia de que se incluirá 
              entre las próximas novedades una antología temática 
              -sobre viajes en el tiempo- es, con todo, un buen síntoma.
                  El factor clave del futuro del género 
              es, sin duda, Minotauro. O más bien su actual dueño, 
              el grupo Planeta. La editorial más grande de España: 
              una empresa impaciente, sin ningún interés en el género 
              más que el rendimiento económico, un gigante desconocido 
              y temible. La pura verdad es que el devenir inmediato del género 
              en España depende de sus decisiones: si la situación 
              no les satisface, cierran todo lo que no sea El señor de 
              los anillos -en resumen, lo que da la pasta en esa casa- y saturan 
              el mercado con un saldo masivo, por ejemplo, harán mucha 
              pupa y seguramente se llevarán a algún pequeño 
              editor por delante. Un saldo masivo nos viene muy bien a los lectores, 
              pero supone un típico caso de "pan para hoy, hambre 
              para mañana": si compramos saldos y dejamos de adquirir 
              las novedades, las colecciones cerrarán; a medida que cierren 
              se producirán más saldos y todos dejaremos de comprar 
              las caras novedades en la convicción de que, tarde o temprano, 
              caerán en nuestro poder por mucho menos dinero. Este fenómeno 
              de acumulación fue el causante de las sucesivas estrecheces 
              del mercado, y no el dichoso e irracional péndulo (3).
                  Sin embargo, ese escenario siniestro no 
              me parece tan seguro, a fecha de hoy, como cuando se anunció 
              la compra de Minotauro por Planeta. Hay factores nuevos en la entrada 
              firme de un coloso como éste en el juego. Por ejemplo, su 
              capacidad para generar interés mediático en sus productos, 
              plasmado en la presencia continuada de las novedades de Minotauro 
              en las páginas de los más finos suplementos culturales 
              y revistas. Y eso son miles de ejemplares automáticos de 
              venta. Como lo son también la distribución en grandes 
              superficies -tipo Carrefour o Alcampo-, donde son necesarias tiradas 
              insensatas para estar presente, pero que a cambio ofrecen la posibilidad 
              de una compra "impulsiva" por parte de lectores a los 
              que normalmente no llegamos.
                  La teoría defendida en muchas ocasiones 
              desde el género es la de que no conviene invertir en él, 
              puesto que en el mejor de los casos sus resultados son limitados. 
              Lo que está haciendo Minotauro es exactamente lo contrario: 
              meter pasta con la idea de conseguir bastante más, no apuntar 
              al mercado existente sino crear otro nuevo. Suena ambicioso y temerario, 
              pero si alguna vez la cf tuvo la posibilidad de salir adelante en 
              España es ahora mismo, de la mano de esta apuesta. Y si funcionó 
              en los últimos años en Italia, Alemania o Francia, 
              países en los que la venta de cf no es inferior a la de los 
              títulos medios de novela policíaca o la histórica, 
              ¿por qué no habría finalmente de ocurrir aquí? 
              Hay pistas de que podría pasar, como la entrada en la lista 
              de los más vendidos en bolsillo de algunos periódicos 
              de la reedición de La naranja mecánica, que se agotó 
              por un breve periodo, o las excelentes ventas, al parecer, de títulos 
              como Crónicas marcianas o La exhibición de atrocidades, 
              que puestos al alcance de un nuevo público cobraron renovado 
              vigor.
                  Otra cosa es que algunas decisiones concretas 
              parecen extrañas: por ejemplo, la de los títulos que 
              reeditaron (hay algunas cosas, tipo las obras de teatro de Bradbury, 
              que podrían haber quedado en el fondo del armario de la editorial), 
              o el hecho de que no se haya mantenido una uniformidad mínima 
              en los diseños que haga todo el invento reconocible al comprador. 
              Y, sobre todo, la sensación genérica de que hacen 
              las cosas un poco dando palos de ciego, conforme a ideas preconcebidas 
              por alguien que lo ve todo desde fuera, pero sin analizar el producto 
              que compraron al adquirir Minotauro y las muy particulares complejidades 
              intrínsecas de la cf.
                  Como digo, la cosa tiene un mucho de encrucijada: 
              o nuevo castañazo o una benéfica expansión, 
              con lo que el género se convertiría en un nicho más 
              a cubrir por las editoriales importantes, como lo son los ya citados 
              géneros histórico y policiaco. Por ello, creo, las 
              editoriales pequeñas tendrían que protegerse un poquito: 
              es posible que vengan malos tiempos y caigan algunas, por mucho 
              que mi vaticinio siga siendo el de que la mayoría sobrevivirá. 
              Además, y si el género crece, hay otra posibilidad 
              adicional: la de que alguna de estas editoriales pequeñas 
              pueda subirse al carro del prestigio y convertirse en la editorial 
              de referencia. Crecer, en suma, hacia un tamaño medio, tipo 
              Lengua de Trapo.
                  ¿Quién podría caer, 
              quién podría crecer? El análisis es complejo: 
              hay razones a favor y en contra de cada proyecto. Me limitaré 
              a los principales, a falta de saber cómo puede entrar Bibliópolis 
              en otoño.
                  Gigamesh -que no ocultaré que sigo 
              sintiendo en muchos sentidos como mi casa- tiene a su favor la mejor 
              calidad de edición del mercado. Aunque sus portadas suelen 
              tener un efecto menos afortunado en el lector fino de lo que cree 
              Alejo Cuervo, a cambio ofrece traducciones sin chirridos y una factura 
              física impecable: los libros resisten. Sin embargo, los problemas 
              se le multiplican: las discontinuidades en la publicación 
              se convierten en meses y meses de vacío, por un periodo de 
              irregularidad que ya es de dos años. La lista de títulos 
              por aparecer se ve trufada de cosas de Alejo, de títulos 
              de esos que igual son una sorpresa que una idea rara suya -como 
              ya pasaba con algunas cosas de Martínez Roca-. Además, 
              la distribución está sufriendo problemas: no fue posible 
              encontrar las últimas novedades en las principales librerías 
              de Madrid. A cambio, esconde un as en la manga: la serie Canción 
              de Hielo y Fuego de George R.R. Martín, el único título 
              del género con resonancias más allá de sus 
              fronteras en los últimos cinco años que se le ha escapado 
              a Nova y Minotauro. La clave del asunto está, como casi siempre, 
              en Alejo: debe ser consciente de que en un mercado tan inflado como 
              el actual el prestigio es un valor mucho más volátil 
              que hace cinco años, y los incumplimientos campechanos no 
              merecen tanta paciencia cuando las librerías están 
              repletas de novedades.
                  Después está La Factoría 
              de Ideas, con su irregular devenir. La colección Solaris 
              arrancó de la peor forma posible: títulos en muchos 
              casos sin demasiado gancho, traducciones infectas, edición 
              defectuosa. A partir de ahí, sin embargo, fue mejorando paulatinamente, 
              orientándose de forma interesante hacia autores "nuevos", 
              que por tanto se les escapan a las grandes pero que merecen la pena, 
              como Paul J. McAuley, China Miéville o, pronto, Ken McLeod. 
              Cuentan con el medio publicitario más eficaz del género 
              en estos momentos, como es su revista Solaris, a la que quizá 
              nadie se tome del todo en serio pero que tiene una difusión 
              superior a la de sus competidoras. Juan Carlos Poujade me comentó 
              en alguna ocasión, sorprendido, cómo habían 
              conseguido con ella crear expectación sobre títulos 
              de autores desconocidos como Mieville. Amortizan con costes bajos 
              y son una empresa pequeña y robusta. Además, pueden 
              aprovecharse de la situación de Timun Mas, que cuando escribo 
              estas líneas pertenece a una empresa (CEAC) en quiebra que 
              podría comprar Planeta.
            
                  Pero tienen un gran peligro: no parecen 
              preocuparse por caer en ocasiones en la cutrez. La reciente reedición 
              de El hombre completo de John Brunner es un excelente ejemplo: 18 
              euros por una traducción de los años sesenta de Antonio 
              Ribera, un texto escrito en una antigua y defectuosa versión 
              del castellano, desconocida para el lector actual, y que sólo 
              puede calificarse como tomadura de pelo. Igual que la etiqueta "calidad" 
              tiene su valor, la contraria puede tener consecuencias desafortunadas 
              a largo plazo si se instala en la mente del comprador con más 
              patinazos como éste, o como los que cometieron al inicio. 
              Mucho más pequeña pero en apariencia igualmente 
              sólida es la estructura de Equipo Sirius, una empresa estrictamente 
              familiar que tiene un baluarte en la publicación de la revista 
              Astronomía y que sólo emite señales positivas 
              desde su entrada en la ciencia ficción. 2001, en apariencia, 
              es una revista sólida que va progresivamente pagando a colaboradores 
              y creciendo. Su colección de novelas en castellano, con todo, 
              está lastrada por un diseño que de puro feo y amateur 
              casi resulta simpático, pero que le dificultad llegar al 
              segundo nivel de mercado del género: no el fan que se compra 
              todo -digamos los mil lectores de la revista Gigamesh, los 500 compradores 
              de algunos títulos de Espiral, los que no fallan nunca-, 
              sino el lector que se va haciendo de cuando en cuando con los libros 
              de Nova, Minotauro, Gigamesh o La Factoría, -un público 
              que podría acercarse incluso a las 4.000 personas, considerando 
              que es un grupo que no se compra absolutamente todo-. A ese público 
              no llega Sirius, lo que es una pena considerando su interesante 
              apuesta por el producto nacional. Se adivina para el futuro una 
              colección de autores extranjeros, pero si la idea es hacer 
              algo barato, con traducciones de segunda fila, diseño de 
              libro de saldo directo y títulos tomados de lo que les ofrezcan 
              los catálogos editoriales sin una orientación, seguramente 
              no saldrán de ese nicho mínimo que ya ocupan y la 
              cosa será una experiencia breve. El caso de Miraguano, una 
              colección que terminó cerrando tras moverse en torno 
              a parámetros similares, debería servirles de ejemplo..
                  Los pequeños rincones de mercado, 
              por otra parte, son áreas en las que hay quien se mueve con 
              comodidad, como es el caso de Pulp Ediciones. Con un público 
              entregado, costes reducidos y mucho entusiasmo, mi duda está 
              en saber si los chicos de Río Henares se conforman con lo 
              que hay o pretenden dar un salto a una distribución más 
              amplia. Para ello, con todo, tendrán que cobrar una dosis 
              de realismo que tal vez les falta y entender un hecho clave: los 
              nuevos lectores a conquistar no pasarán como un detalle sin 
              importancia las traducciones sin corrección, las erratas 
              o la maquetación simplemente funcional. Sus libros cuestan 
              lo mismo que lo de las editoriales que sí cumplen esos estándares 
              de calidad, y fuera del mercado "cautivo" que simpatiza 
              con tu labor, competiendo de igual a igual, es necesario ofrecer 
              un servicio equivalente. En todo caso, y como en cualquier actividad 
              que depende del entusiasmo, la clave del asunto estará en 
              que sigan divirtiéndose con lo que hacen. Todo ello es igualmente 
              aplicable a la labor de Juan José Aroz al frente de Espiral: 
              su trabajo es ante todo loable, pero la calidad del producto en 
              muchos casos se resiente de una falta de exigencia. Una vez mejorado 
              de forma sobresaliente el tema del diseño, debería 
              tomarse un trabajo similar en lo que hace a la corrección.
            
                  En comparación con las editoriales 
              citadas, el resto de las que están publicando cf parecen 
              estar mucho menos presentes en al mente del lector, pese a que sus 
              méritos en alguno casos sean destacados. Celeste, con su 
              colección Metaluna, parece haber caído en la vieja 
              tentación de las apuestas amplias: publicó títulos 
              como los relatos de Rod Serling relacionados con Twilight Zone o 
              el Drácula desencadenado de Aldiss con los que se pretendía 
              captar al más amplio fandom de cine y tv, pero que en realidad 
              ni terminan de enganchar a ese grupo ni al fandom literario. Un 
              poco lo mismo que le pasó a Norma con su colección, 
              hibernada si no muerta. Celeste, además, comenzó a 
              saldar parte de sus cosas de terror, y el escaso impacto de sus 
              publicaciones en las librerías especializadas es un muy mal 
              síntoma. 
                 Alberto Santos, por su parte, apostó 
              con las novelas relacionadas con el mercado del cine y su presencia 
              en librerías es excelente, compitiendo sin desventaja con 
              la propia Timun Mas. Las novelas de Star Wars pueden ser un bocado 
              no muy grande para una editorial como Martínez Roca pero 
              sí más que suficiente para mantener la pequeña 
              estructura de Santos, un tipo trabajador y con buen conocimiento 
              del mercado aunque en muchas ocasiones perjudicado por una mentalidad 
              rácana que le terminó por dar mala imagen entre el 
              fandom. Eternamente aspira a tener una colección de género 
              "seria", pero será difícil que dé 
              el paso tras probar las mieles de títulos más comerciales.
               Este es, en suma, el panorama de esta época de "vacas 
              gordas" que en el fondo no lo son tanto; yo diría que 
              son vacas de un buen lustre, que no pasarán hambre, pero 
              que darán filetillos magros. Para todos, diría que 
              la clave estará en lo que en marketing llaman el "valor 
              añadido": cuestiones que están más allá 
              de la propia calidad de la novela, y que marcan la diferencia en 
              condiciones de igualdad, como pueden ser en nuestro caso las traducciones, 
              la proximidad al "público cautivo" que es el fandom 
              generando su simpatía
 En cualquier caso, estamos ante 
              un esplendor más modesto que otros anteriores pero igualmente 
              más sólido, quizá la segunda gran oportunidad 
              de la cf en España después de los tiempos de Ultramar, 
              con sus tiradas de 10.000 ejemplares para los autores españoles 
              y sus reediciones de títulos de éxito. La clave, insisto, 
              está en Minotauro. En un par de años, podréis 
              darme de capones por la debilidad de mis dotes como adivino. Entretanto, 
              una anotación adicional: la práctica totalidad de 
              las editoriales citadas están dispuestas a publicar autores 
              españoles -incluyendo a Minotauro- y nuestros autores apenas 
              están produciendo material. En este sentido, sí que 
              es un florecer como jamás se vio
 y no se está 
              aprovechando. 
               
                Notas 
            (1). Repasemos: Minotauro, Ediciones 
              B, La Factoría de Ideas, Ediciones Gigamesh, Timun Mas, Ediciones 
              Celeste, Pulp Ediciones, Alberto Santos Editor, Equipo Sirius y 
              Espiral, a las que se sumará en otoño Bibliópolis, 
              y sin contar a visitantes más o menos ocasionales como Plaza 
              & Janés, Abraxas y Valdemar, o a las de aire mucho más 
              amateur como Silente o Valis. 
            (2) Lo cual me recuerda que 
              siempre es bueno mencionar la importancia para las pequeñas 
              editoriales de la venta directa. Una publicación como Artifex 
              sobrevive gracias a los suscriptores y la venta en mano. Lo que 
              llega hasta nosotros de los ejemplares que se distribuyen por librería 
              no cubre el precio de coste por ejemplar, al descontarse el porcentaje 
              del distribuidor y el del librero. Así que la mejor forma 
              de apoyar un proyecto que guste es la de tratar directamente con 
              el editor, sea por medio de suscripciones o de compra directa, y 
              aprovechando de paso los descuentos que se ofrecen para la venta 
              por esa vía. 
            (3) Sin embargo, la preeminencia 
              de las editoriales pequeñas también supone la eliminación 
              de ese riesgo: simplemente, sus tiradas son demasiado reducidas 
              como para que sea viable un saldo. No es imposible que liquiden 
              algún título con venta poco afortunada, pero será 
              a escala "interna": La Factoría los podría 
              vender en Arte 9, pongamos por caso. Y esto también lo dudo, 
              ya que Alejo Cuervo, por ejemplo, prefirió en el pasado vender 
              al trapero ejemplares de los primeros números de la revista 
              Gigamesh, de los que hizo insensatas tiradas de 15.000, antes que 
              saldarlos y condicionar la venta de números posteriores.
               
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