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            Artículo publicado originalmente en pasadizo.com. 
               
              Reproducido con permiso. 
            Comienzos 
             Han 
              sido muchos los cineastas salidos de la cantera de Hollywood que 
              en las últimas dos décadas se han inclinado hacia un cierto tipo 
              de cine más enfocado a la espectacularidad y la comercialidad, con 
              el maestro Spielberg a la cabeza. Desde que en los años setenta 
              el espectador conociese el nuevo boom del cine a lo grande, 
              la repercusión del creador de Tiburón (Jaws, 1975) 
              iba a ser de las más influyentes que se han conocido en la historia 
              del cine. En ocasiones ello ha perjudicado este arte de manera alarmante, 
              convirtiendo el simple mimetismo en una forma de hacer cine. Y otras 
              veces estas influencias sirven para crear nuevos talentos que aprovechan 
              esa mirada crítica de enfocar el arte cinematográfico para seguir 
              ofreciendo cine de calidad.  
Las influencias en Joe Johnston quedan claras desde el principio. Habiéndose formado en un entorno en el que las Estrellas de la Muerte y los Halcones Milenarios formaban parte del vocabulario habitual, no era difícil predecir qué camino iba a tomar la carrera de este joven texano que por aquel entonces apenas rozaba el cuarto de siglo. Johnston parece haber aprendido perfectamente la lección de sus maestros, hasta el punto de conseguir que su nombre, aunque en un principio no resulte demasiado familiar, destaque en las últimas generaciones de cineastas del fantastique al margen de su vinculación con la escuela spielbergiana. Es posible que su experiencia en el campo de los efectos especiales haya influido en el tipo de proyectos que ha emprendido, pero a diferencia de otros profesionales que dejan que este aspecto perjudique su carrera como director, Johnston evita en lo posible que ello sea apreciable en su manera de dirigir. De esta forma combina la espectacularidad que le brinda la técnica cinematográfica con una planificación esencialmente clásica, lejos de las rimbombancias que tanto gustan a los directores de hoy en día, con películas llenas de abigarrados movimientos de cámara y montajes de ritmo entrecortado que tienen como único objetivo mostrar las virtudes de la tecnología digital (y, de paso, marear al sufrido espectador).   
             Aunque 
              sus primeros estudios le auguraban un gran futuro como biólogo marino, 
              Johnston hizo su primer contacto con el cine en las clases de arte 
              de la Escuela de Pasadena, las cuales cambiaron la orientación de 
              sus intereses. Ello le ayudó a ganarse sus primeros trabajos en 
              el mundillo de la televisión (uno de ellos fue una adaptación televisiva 
              de La Guerra de los Mundos de H. G. Wells llamada Star 
              Watch), donde trabajó durante seis años como escenógrafo antes 
              de introducirse en el diseño de producción. De esta manera decidió 
              iniciar una formación en el campo artístico que en la Universidad 
              de California desarrollaría estudiando diseño e ilustración gráfica 
              e industrial. Y fue aquí precisamente donde Johnston se percató 
              de un anuncio en el que un grupo de cineastas buscaban artistas 
              para colaborar en una película de ciencia-ficción. Tan sólo él y 
              otras dos personas se preocuparon de responder al anuncio. La película 
              en cuestión, pensada como una especie de western espacial 
              destinada a ocupar el segundo pase de las dobles sesiones en las 
              salas cinematográficas, se convertiría en el fenómeno de La Guerra 
              de las Galaxias (Star Wars, 1977). Su participación aquí 
              cambiaría el rumbo de su carrera. A la imaginación de Johnston se 
              debe el diseño de personajes tan arraigados en la cultura popular 
              de los aficionados al fantástico como son Chewbacca o el maestro 
              Yoda. También dio forma a muchas de las naves y artefactos que surcaban 
              el espacio a velocidad interestelar [1]. Su labor 
              principal era la de dar una visión previa en forma de dibujos de 
              lo que el film iba a ser, es decir, lo que se conoce como el storyboard 
              [2]. "No sabía lo que era un storyboard 
              hasta que comencé. Yo era parte del equipo de la Industrial Light 
              & Magic que había empezado en San Fernando Valley, y no teníamos 
              ni idea de en qué estábamos trabajando. Muchos de nosotros no tenía 
              prácticamente ninguna experiencia en el cine. Pero John Dykstra, 
              que supervisó el trabajo, reunió a gente con destreza, formó el 
              equipo y nos guió. Cuando finalmente vimos una versión preliminar 
              del filme, el día de Año Nuevo de 1977, sabíamos que iba a ser algo 
              grande"  [3].  
 
En la Industrial Light & Magic 
Con La Guerra de las Galaxias, Johnston se establecería como una pieza clave en el equipo de la Industrial Light & Magic de George Lucas, y continuaría trabajando en los efectos visuales y en la segunda unidad de las dos entregas siguientes. Su contribución fue especialmente relevante en la magnífica secuencia de la batalla en la nieve de El Imperio Contraataca (Star Wars: Episode V – The Empire Strikes Back, 1980).  "El cometido de director de segunda unidad es prácticamente el mismo que el de la primera, con la única diferencia de que no tienes que extraer la mejor interpretación de los protagonistas. Está más relacionado con conseguir la interpretación idónea de seiscientos jinetes que cruzan una colina" .  
            Su vinculación con Lucas le llevaría a trabajar en la celebérrima En busca 
              del Arca Perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981), su 
              primera colaboración directa con Steven Spielberg. La experiencia 
              se vería recompensada con un Oscar® de la Academia a los mejores 
              efectos visuales. Su participación fue decisiva en la secuencia 
              final de la apertura del arca. "Steven había ideado un montón 
              de ideas sobre cómo iba a ser esa secuencia, y acudió a otros artistas 
              de storyboards. Luego me dio todo el material, me dijo cuánto 
              iba a durar la secuencia y me indicó que eligiese aquello que más 
              me gustaba, que aportase mis propias ideas y lo dibujase como una 
              secuencia"  [3]. De su trabajo también se beneficiaría 
              en 1984 la secuela, Indiana Jones y el Templo Maldito (Indiana 
              Jones and the Temple of Doom). Paralelamente a su trabajo en 
              la ILM, Johnston lo alternaba con otros trabajos de menor repercusión, 
              como su contribución en el diseño artístico de la serie televisiva 
              Galáctica (Battlestar Galáctica, 1978).              Johnston seguiría vinculado a la ILM hasta su salto a la dirección de películas. 
              "[Trabajar con George Lucas] fue como ir a la mejor escuela de 
              cine del país. Fue una experiencia irrepetible. Cuando me cansé 
              de trabajar en los efectos especiales y estaba preparado para salir 
              al negocio, acudí a George y le dije que quería marcharme a recorrer 
              el mundo con el dinero que había ahorrado. Él me dijo: ‘Tengo una 
              idea mejor. ¿Por qué no te vas a la escuela de cine? Si vas a la 
              USC [Escuela de Cine y Televisión], yo te mantendré al frente para 
              que puedas entrar. Me encargaré de que puedas elegir las clases 
              que quieras, y pagaré tu matrícula. Te mantendré a mitad de salario’. 
              Era una oferta que no podía rechazar". Cuando salió de la Escuela, 
              Lucas dejó que Johnston se encargase de la segunda unidad de sus 
              dos siguientes producciones, La Aventura de los Ewoks (Caravan 
              of Courage. The Ewok Adventure/The Ewok Adventure, 1984) y La 
              Batalla por Endor/La Batalla del Planeta de los Ewoks (Ewoks: 
              The Battle for Endor, 1985), dos telefilmes que seguían la estela 
              de la saga de Star Wars pero a una escala considerablemente 
              menor. Johnston demostró aquí su talento en el diseño de producción 
              y su habilidad para desenvolverse en proyectos de corte juvenil, 
              lo cual se iba a convertir en una marca reconocible en su posterior 
              filmografía [4].  
             Sus 
              siguientes trabajos apuntaban a Johnston como un gran artesano a 
              la hora de construir secuencias de acción sobre el papel. Pero sobre 
              todo se iba a definir en un tipo concreto de secuencias: las que 
              incluyen planos de vuelo. Desde antes de introducirse en el cine, 
              Johnston había sido un enamorado de los aviones y de todo lo que 
              estuviese relacionado con la aeronáutica. Su afición, en ocasiones 
              temeraria, por el vuelo, se iba a dejar notar con creces en sus 
              películas, tanto en la faceta de director artístico como en la de 
              realizador. Su trabajo en la ILM iba a continuar en esta línea: 
              en la extravagante Howard: un nuevo héroe (Howard the 
              Duck, 1986), Johnston se encargaría de la secuencia de vuelo 
              que, hacia el final del largometraje, nos presenta a Tim Robbins 
              y al pato protagonista surcando los cielos a bordo de un ultraligero. 
              La película constituyó un severo batacazo para Lucas, que figuraba 
              en la producción, y en el siguiente filme en que tuvo participación 
              Johnston, por primera vez sería sin su mentor, aunque sí con su 
              colega Spielberg. Se trata de nuestros maravillosos aliados 
              (*batteries not included, 1987), una especie de comedia costumbrista 
              en la que los elementos de ciencia-ficción vienen de la mano de 
              unos pequeños robots-platillos llegados de otro planeta para ayudar 
              a un grupo de ancianos. El filme cuenta con unos excelentes efectos 
              especiales en los que destacan las escenas de vuelo de las curiosas 
              navecitas, de cuyo movimiento por stop-motion se encargaba 
              el genial David Allen. Johnston, que aquí trabajaría de ayudante 
              de producción y director de segunda unidad, solicitaría dos años 
              más tarde los servicios de Allen en su primera película como director, 
              Cariño, he encogido a los niños (Honey, I Shrunk the Kids, 
              1989).  
Tras este paréntesis sin el creador de Star Wars, Johnston se reencontraría con Lucas en su producción Willow (Willow, 1988), una fantasía épica que fundía el sentido de la aventura característico de Star Wars con el género de espada y brujería. Lucas volvía así a acercarse al gran público pese a no contar con el favor de la crítica. El filme supuso un paso adelante para Johnston, que se estrenaría en la labor de productor, en una cinta en la que la mayor parte del atractivo se basa en la creación de ese mundo de fantasía que nada tiene que ver con la realidad. La ambientación de cuento de hadas, impecable en todos sus aspectos, contrasta con un guión que adolece de excesiva ingenuidad y de una realización no siempre brillante, que hacen que Willow no llegue a ser todo lo que podía haber sido teniendo en cuenta su innegable calidad técnica y artística. James Horner compuso una excelente partitura y, a partir de entonces, se haría parte indisociable de Johnston en casi todos sus filmes.  
Al año siguiente, Spielberg le llamó para hacerse cargo de las secuencias aéreas de un filme que estaba preparando, Always (Para Siempre)  (Always, 1989), las cuales jugaban un importante papel en la trama. La espectacularidad de las complejas escenas de aviación, especialmente en la inicial, se encuentra entre lo mejor del filme, y sería un preludio de lo que pocos años más tarde supondría Rocketeer (Rocketeer, 1991).  
 
Salto a la dirección 
            Mientras se encontraba en Londres produciendo Willow, a 
              Johnston le llegó el guión del proyecto de Cariño, he encogido 
              a los niños, escrito por los especialistas en cine fantástico 
              gore Stuart Gordon y Brian Yuzna, cuyos derechos tenía la 
              casa Disney. La historia giraba en torno a un grupo de niños reducidos 
              de tamaño que recorrían aventuras en el jardín de su casa. En un 
              principio, Gordon era el elegido para dirigir el filme, pero ciertos 
              problemas de salud hicieron que la Disney comenzase a buscar a alguien 
              que le reemplazase. Así que Johnston leyó el guión e hizo unas cuantas 
              anotaciones. "[El guión original] era muy oscuro. En un principio 
              eran cinco niños y uno de ellos moría en el trayecto. Yo lo incliné 
              más hacia el aspecto comercial, pensando en la audiencia a la que 
              iba dirigida"  [3]. El cineasta envió sus anotaciones 
              sin demasiadas esperanzas de ser elegido, pues su única experiencia 
              como director fue con el cortometraje de nueve minutos en blanco 
              y negro que había hecho en su etapa de estudiante de la USC. Pero 
              a la Disney le gustó su enfoque y le dio luz verde para emprender 
              el proyecto. Según Johnston, el hecho de que el filme se rodase 
              en México facilitó las cosas a la hora de asumir por primera vez 
              las responsabilidades de un director, pues la distancia le dio más 
              libertad en el proceso. "Fui muy afortunado de rodar en México. 
              La Disney tiene mala fama en cuanto a querer controlarlo todo, pero 
              nadie quería ir allí. Así que hice lo que quise"  [3]. 
              Cariño, he encogido a los niños sentó las bases del camino 
              que iba a tomar su carrera a partir de entonces. El sentido de la 
              aventura unido a grandes dosis de imaginación volverían a hacerse 
              presentes en sus siguientes proyectos, así como una excelente habilidad 
              para combinar acción entre personajes y acción propiamente dicha, 
              algo que resulta extraño en una época en la que ambos aspectos parecen 
              ser incompatibles en la persona de un solo cineasta. Su opera 
              prima reveló a Johnston como alguien perfectamente dotado no 
              sólo para controlar un equipo técnico de efectos especiales, sino 
              también para asumir la totalidad de un proyecto y abarcar así tanto 
              el aspecto técnico como el artístico. El filme fue un éxito de crítica 
              y público, especialmente en este último, pues la Disney se encontró 
              con su mayor éxito con personajes reales en mucho tiempo. 
            SIGUE>> 
            Notas 
            [1] Johnston tiene un breve cameo como soldado 
              de la Tropa Imperial.  
            [2] Sus dibujos los reunió en el libro The 
              Star Wars Sketchbook, por Joe Johnston. Ballantine, 1977.  
            [3] cit. Movieline, julio 2001. 
            [4] Su experiencia con los Ewoks también 
              dio como resultado un cuento, escrito e ilustrado por él 
              mismo: Teebo: a Tale of Magic and Suspense, de la serie de libros 
              inédita en España Star Wars: Return of the Jedi.  
             
               
 
@ 2001 Sami Natsheh para pasadizo.com 
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