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            por Sandro Herrera 
                
             INTRODUCCIÓN 
               “Ahora creo entender por qué la soledad que 
              he estado viviendo estos dos años me ha beneficiado. Me ha servido 
              para familiarizarme con Cyllian, un bello paisaje natural que representa 
              el elemento que está siendo borrado del planeta Tierra, el planeta 
              que protegen los Caballeros. He amado a cada insecto que veía porque 
              ellos eran mi única compañía. Ahora siento un extraño cosquilleo 
              en mi interior cuando imagino la destrucción que sufre mi planeta 
              de origen. Y en estos dos años he crecido interior y exteriormente. 
               Estudiando viejos libros he adquirido la capacidad 
              de entendimiento de un Caballero de Dryselle y cazando para sobrevivir 
              logré la destreza mínima de un guerrero. Y es curioso, porque al 
              principio creía que la caza de animales era necesaria para poder 
              alimentarme, pero resultó que tan sólo practiqué esa desagradable 
              actividad durante medio año, lo justo para aumentar mi destreza, 
              después aborrecí la carne animal como alimento y descubrí que la 
              vegetación me ofrecía muchas posibilidades y menos sangrientas. 
               Ahora, siento que he alcanzado un primer nivel 
              como Caballero de Dryselle.” 
            UNA VISITA ESPERADA 
               -Así es, joven Julniç –una suave voz me libró 
              de mis pensamientos, era Dryselle- 
                 -Señora... el sigilo es una virtud que me gustaría 
              aprender de su persona. 
                 -Tiempo al tiempo –la sonrisa de Dryselle había 
              aumentado con mi comentario- de momento tienes otra tarea que cumplir. 
                 -¿De verdad?, Eso es algo tan extraño como inusual. 
                 -Lo sé, pero ahora has madurado y veo que tienes 
              conocimientos sobre Cyllian que yo no te he enseñado –Dryselle señaló 
              a un montón de libros apilados en una estantería- por lo tanto, 
              en esta mañana voy a traerte un regalo que tenía guardado hace tiempo. 
                 -¿Más polvos mágicos?, Si es eso os lo agradeceré, 
              ya que me he interesado en la fabricación de tal material. 
                 -No, me temo que es algo diferente, pero para 
              ello vete a la Puerta Negra desde que puedas. 
                 -¡La Puerta Negra!, Eso significa que un nuevo 
              Caballero viene a Cyllian. 
                 -Desde luego. Ahora prepárate y piensa en lo que 
              vas a enseñarle. Suerte. 
               Dryselle se despidió dejando un humo azulado 
              esparcido por toda la casita, algo a lo que yo ya me había acostumbrado. 
               Salí de la casa contento, pero pronto los pensamientos 
              negativos llenaron mi cabeza. En dos años sólo había tratado con 
              Ventician y en menos momentos, con Dryselle. Temía el no saber relacionarme 
              con un compañero nuevo, temía no instruirle como era debido. De 
              mí dependía la reputación de un nuevo Caballero. 
               Con tantos pensamientos, el camino a la Puerta 
              Negra se hizo corto. Ahora estaba allí, contemplando la entrada 
              a Cyllian. El primer día que llegué no me había fijado en ella, 
              pero luego la visité en numerosas ocasiones. Era un monumento imponente: 
              dos columnas de ocho metros, flanqueaban lo que parecía la entrada 
              a una cueva en la montaña más desagradable de Cyllian, una montaña 
              de tierra rojiza sin vegetación, tan sólo el panel negro que estaba 
              dentro de las columnas era lo que le daba otro color a la montaña. 
               El panel negro, si te quedabas un rato mirándolo 
              parecía que mostraba unas figuras moviéndose, pero posiblemente 
              era un espejismo. 
               Desde luego, la gran Puerta Negra custodiada 
              por las grandes columnas me producía respeto, y me costaba estar 
              allí mucho tiempo solo. Pero pronto llegó en nuevo Caballero, que 
              para mi sorpresa, era una chica. 
               Una vez que ella salió de la Puerta Negra yo 
              me fijé en su ligera sonrisa. Era una sonrisa esperanzadora, toda 
              su cara reflejaba que ella estaba esperando ese momento, entrar 
              en Cyllian, cosa que fue un tanto traumática para mí. 
               Decidí acercarme a mi nueva compañera, de labios 
              negros y piel celeste como la mía. Su pelo corto hasta el cuello, 
              brillaba como si estuviera engominado, dando la impresión de que 
              llevaba pequeños cables en vez de mechones de pelo. 
               Era guapa, nunca lo dudé y nunca lo haré. 
               De repente ella notó mi presencia y yo hablé: 
               -Bienvenida a Cyllian, compañera. Ahora formas parte de los Caballeros 
              de Dryselle, la Madre y protectora de la Naturaleza.-suspiré y luego 
              lancé la pregunta que más deseaba hacerle a esa preciosa niña- ¿Serías 
              tan amable de decirme tu nombre de Caballero? 
               Ella tenía los ojos fijos en mí, pero sin ninguna 
              duda miraba mas allá de mí, y quizá miraba mas allá de todo lo material 
              que nos rodeaba. Desde luego, la chica estaba encantada con su estancia 
              en Cyllian y sabía cual era su cometido allí. 
               -Miriad, –dijo en un susurro mientras seguía mirando al vacío- 
              la Caballero Miriad. 
               Por fin, su mirada cobró vida y me miró cariñosamente, 
              como si mi presencia fuera lo que hubiera estado esperando toda 
              su vida. Miriad, también mostró curiosidad por mí. 
               -Y tu, joven Caballero, ¿cómo te llamas? 
                 -Soy Julniç, el primer Caballero de una nueva 
              era, deberías estar orgullosa de estar conmigo.-Sonreí tímidamente, 
              pero ella no fue capaz de entender mi broma, por ello, permaneció 
              seria un momento.-Miriad, ¿cómo sientes el tiempo atmosférico en 
              Cyllian?, ¿Hace frío?, ¿Llueve? 
               Ella me miró curiosa durante unos instantes, 
              yo le sonreí para darle confianza y por suerte, lo conseguí. 
               -¿Has perdido la capacidad de sentir? –me respondió 
              con otra pregunta, y supe por qué- 
                 -No te preocupes, al ser Caballero no pierdes 
              los sentimientos que tienes hacia tus queridos y tampoco pierdes 
              los sentidos. –Miriad pareció aliviada- Yo te hice esa pregunta 
              porque en Cyllian siempre hace buen tiempo. 
               -¿En serio?, Pues yo veo el cielo totalmente 
              nublado y el aire es muy fresco. Creo que va a llover. ¿Eso es buen 
              tiempo? 
                 -Tu estás a gusto con este cielo nublado, ¿me 
              equivoco? 
                 -No... –la chica se quedó pensativa un rato, hasta 
              que pareció entender- Es cierto, siempre me han gustado los días 
              lluviosos. 
                 -Pues lo que decía, siempre hace buen tiempo, 
              de acuerdo a los gustos de cada uno. Yo por ejemplo tengo una mañana 
              soleada y el cielo azul como nuestra piel nos muestra el terrible, 
              pero bello satélite Reeoz. Mas allá de nuestra Luna. 
                 -¿Reeoz? –Preguntó Miriad mientras se sentaba 
              en una roca- 
                 -Si, es la luna particular del planeta de Leivdagma. 
              Es de color rojo. Muy bello desde aquí, pero me extraña que encierre 
              terribles secretos. 
                 -¡Qué pena!, con mi cielo nublado no puedo ver 
              Reeoz –me sonrió y yo solté una carcajada cariñosa- 
                 -Ya te cansarás de verla, ahora levanta tu delicado 
              cuerpo de esa roca y prepárate para caminar por el Sendero del Destino, 
              que nos llevará hasta la casa que tu espíritu de Caballero eligió. 
               Miriad asintió y, sin problemas, iniciamos la 
              marcha. A los cinco minutos de camino, ella saltó con algo inesperado: 
               -No soy débil –ahora descubrí en ella un orgullo 
              enorme y comprendí que podía ser difícil tratar con ella-. 
                 -Perdona, no sé que quieres decir. 
                 -Antes me has dicho que tengo un cuerpo delicado, 
              y quizá la debilidad sólo la muestra mi físico, pero te aseguro 
              que soy una persona muy fuerte, sobre todo de mente. Para la fuerza 
              física ya habrá tiempo. 
                 -Perdóname si te he ofendido, no era mi intención. 
                 -Lo sé,  compañero Julniç, pero por favor, nunca 
              me subestimes. 
               Ese comentario me alejó de ella mucho, y por 
              momentos, me daba miedo hablarle, así que sólo le decía lo justo. 
            LA ELECCIÓN DE MIRIAD 
               Seguimos el camino en silencio y casi sin mirarnos. 
              Miriad necesitaba reflexionar, pensé yo. Pero ella no era la única 
              que reflexionaba, también yo pensaba cosas, como qué debía hacer, 
              cómo debía tratar a Miriad, pequeños detalles a los que no estaba 
              acostumbrado. 
               Por fin dejé de lado mis pensamientos porque 
              algo me había llamado mi atención. Nos habíamos introducido en un 
              pinar frondoso casi sin darnos cuenta, y el viento fresco que me 
              daba de frente confirmó mis dudas. 
               Nos estábamos acercando a mi morada, al lago, 
              y no porque yo quisiera. Me estaba dejando guiar por los sentimientos 
              de Miriad. Ella, sin saberlo, era la que nos guiaba hasta la pequeña 
              casa en lo alto de la colina. 
               -¿Cuál es tu paisaje favorito? –pregunté para asegurarme que 
              Miriad me nombrara lo del lago- 
               -¿Mi paisaje favorito?, ¿A qué te refieres? 
               -Me refiero a qué lugar te gustaría que te llevase, ¿un bosque 
              perdido?, ¿Un lago en las montañas, tal vez? 
               -¡Ah!, Pues siempre he soñado con vivir en una gran planicie 
              cubierta de hierba fresca y desde la que se pudiera ver el mar y 
              las estrellas. Supongo que es mucho pedir. 
               -En Cyllian todo es posible. 
               Si, todo es posible pero, si eso es lo que ella 
              desea, ¿por qué nos dirigimos al lago? 
               Debe haber algo que la atraiga hacia allí, un 
              sentimiento escondido en su corazón quizá. 
               Fuera lo que fuese pronto lo sabría, porque ya 
              nos acercábamos más a nuestro destino. 
               -Desde que pasemos éstos últimos pinos, llegaremos a tu nueva 
              casa. No te fatigues. 
               -¡Oh! Julinç no estoy fatigada. Si tengo mala cara es tan sólo 
              porque no sé lo que se me avecina y estoy asustada. –Su mirada ceñuda 
              se relajó y me miró con tristeza- Pero, ¿tú estarás ahí verdad? 
              Tú estarás para guiarme. Por favor dime que tengo razón. 
               Me dejó asombrado la declaración de Miriad. En 
              su voz oía lo creía ser... amor. Aunque tal vez fuera miedo, cosa 
              que era muy probable ya que no conocía lo que se le avecinaba. Pero 
              de todos modos su voz me pedía ayuda, a mí. Y no sólo porque fuera 
              su único compañero, debía ser por algo más. De todos modos no era 
              ocasión para pensar en cosas así. 
               -Yo. estaré ahí Miriad. –Tan sólo me salieron estas cuatro palabras. 
              Fui demasiado frío, pero a Miriad le bastaron esas palabras para 
              tranquilizarse y acabar el duro camino por el bosque con buena cara. 
               Por fin, salimos del pinar y mi compañera pareció 
              decepcionada al ver tan solo la casa y unas montañas a los lados. 
              Pero seguimos caminando y descubrió el precioso lago y las lunas 
              en el horizonte. 
               Por supuesto, aquello estaba mejor, pero ese 
              no era su destino, y se le notaba en la cara que no estaba totalmente 
              a gusto en el lugar. Ella hubiera preferido la planicie de sus sueños. 
               Entonces, ¿qué hacía Miriad allí? 
               Entramos en la casita y enseguida Miriad se familiarizó, 
              entonces me pidió que fuéramos hasta la orilla del lago. Una vez 
              allí ella se tumbó mirando al cielo y yo, tímidamente, la imité. 
               -¿Qué ves? –Preguntó ella.- 
                 -Veo las estrellas. 
                 -Yo también las veo. Y es un espectáculo maravilloso. 
                 -Si, es maravilloso y precioso. Al igual que es 
              maravilloso que los dos podamos ver lo mismo. 
                 -En eso estaba pensando ¿sabes? Desde que llegué 
              a Julniç me he ido dando cuenta de una cosa. –Miriad hizo una pausa, 
              para que yo preguntara- 
                 -¿De qué? 
                 -Que todo lo que hay aquí es precioso y maravilloso. 
                 -Tienes razón, los creadores de Cyllian tenían 
              bien claro que era la belleza. 
                 -No lo dudo pero, los creadores de Cyllian no 
              fueron los que te crearon a ti. Y tú formas parte del encanto de 
              este lugar. 
               Los dos giramos la cabeza y nos miramos a la 
              cara. Miriad tuvo que notar que me ruborizaba, aunque quizá con 
              esta piel celeste no se me notaba. 
               Aquel era un momento mágico. Ningún ritual ni 
              una poción hecha por el mismísimo Ventician tenía tanta magia como 
              aquel momento. 
               -Gracias... no estoy acostumbrado a que me digan 
              cosas así. He estado casi toda mi vida solo y no sé reaccionar ante 
              la gente como yo. 
                 -Háblame de tu vida pasada. 
                 -Pues. no era muy distinta a la vida que tengo 
              aquí en Cyllian. Pero en la Tierra al menos tenía a mis padres. 
                 -Yo soy casi tu lado opuesto. Antes tenía muchos 
              amigos, pero padres no tengo prácticamente. 
                 -¿No te hacían caso? 
                 -Ojalá fuera eso –se le encharcaron los ojos de 
              lágrimas-, ellos me insultaban, me amenazaban e incluso... me pegaban. 
              Supongo que te habrás dado cuenta de la herida que tengo en la frente. 
              Mi madre me tiró un tenedor. 
               Aquella confesión era dura para ella, por eso 
              creí conveniente cambiar de tema. 
               Miriad no se había dado cuenta de que ya no tenía 
              ninguna herida, ahora en la frente lucía la runa donde concentraba 
              todo su poder, pero ella todavía no lo sabía. No sabía como era 
              su nuevo aspecto. 
               -Levántate  -le dije mientras yo me incorporaba- 
                 -¿Qué pasa? 
                 -Quiero que veas un cosa.-Nos acercamos más a 
              la orilla del lago y dije- Mírate en  el lago. 
                 -¡Santo dios! –dijo al ver su piel celeste y sus 
              ojos negros- Parezco un extraterrestre. 
                 -Se puede decir que ahora somos extraterrestres, 
              aunque somos más que eso. Pero no te preocupes por tu aspecto, estás 
              preciosa. 
               Miriad me miró fija y seriamente, olvidando por 
              un momento su apariencia y sin mas reparo me dio un beso en los 
              labios. Un beso que se prolongó más de cinco segundos. 
               Cuando me dí cuenta, estábamos abrazados. Y los 
              dos, por una extraña razón, llorábamos. 
               Como Caballero, aquella noche sentí y ví más 
              magia que nunca, y afronté lo mejor que pude, un hecho para el que 
              nunca había estado preparado; el amor. 
             
               
            Puedes leer también Julniç, 
              una caballero solitario, también por el mismo autor... 
              
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