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             Las películas, por 
              Iñaki Bahón 
            Introducción 
              La 
              invasión de los ladrones de cuerpos (1955) 
              La 
              invasión de los ultracuerpos (1977) 
              Secuestradores 
              de cuerpos (1993) 
              Conclusión 
              
            La invasión de los 
              ladrones de cuerpos
             (Invasion of the body snatchers 
              -1955) 
            Dirección: Don Siegel 
              Producción: Walter Wanger 
              Guión: Daniel Maiwaring 
              Fotografía: Ellsworth Fredericks 
              Música: Carmen Dragon 
              Montaje: Robert S. Eisen 
              Duración: 80 min. 
            Intérpretes: 
              Kevin McCarthy (Dr. Miles Bennell). 
              Dana Wynter (Becky Driscoll). 
              Larry Gates (Dr. Danny Kauffman) 
              King Donovan (Jack Belicec) 
              Carolyn Jones (Theodora Belicec) 
              Jean Willes (Sally) 
              Sam Peckinpah (Charlie Buckholtz) 
            http://us.imdb.com/Title?0049366 
                
                 Argumento 
               Un psiquiatra es 
              requerido una noche por la policía para que atienda a un 
              tipo aparentemente desequilibrado y muy exaltado a quien han detenido. 
              El individuo, el Dr. Miles Bennell, cuenta a su colega un increíble 
              relato al que asistimos por medio de un flash-back. 
               La semana anterior, 
              explica Bennell, se encontraba asistiendo a un congreso de medicina 
              cuando una llamada urgente de su enfermera Sally le obligó 
              a regresar a su pueblo, Santa Mira: al parecer varios vecinos se 
              habían puesto enfermos de repente y sufrían una extraña 
              dolencia que no sabían explicar. 
               Cuando llegó 
              a su consulta (tras haber estado a punto de atropellar a Jimmy, 
              un joven del lugar que huía de su madre porque, según 
              ella, no quería ir al colegio) Miles descubrió que, 
              sorprendentemente, casi todos los pacientes que días atrás 
              habían solicitado sus servicios habían anulado ahora 
              sus citas. Quien sí pasó por su consulta fue Becky 
              Driscoll, una antigua novia del doctor que había regresado 
              al pueblo tras un divorcio y 5 años el Londres. La joven 
              explicó a Miles que su prima Wilma insistía en que 
              su padre (el tío de Becky) no era en realidad su padre, sino 
              un impostor idéntico al auténtico. 
               Tras reconocer a 
              Jimmy, a quien su abuela llevó a su consulta porque el niño 
              insistía en que su madre no era su madre, el Dr. Bennell 
              visitó al tío de Becky, Ira. Aunque aparentemente 
              era el mismo de siempre Wilma se mantuvo en su postura. La apariencia 
              y los recuerdos de su padre eran los mismos de siempre, pero sus 
              emociones parecían haber desaparecido. Miles comentó 
              entonces el caso con el Dr. Kauffmann, un psiquiatra amigo suyo, 
              quien le sorprendió al revelarle que durante su ausencia 
              la extraña neurosis se había convertido en una especie 
              de epidemia en el pueblo: esa obsesión que hacía dudar 
              de la identidad de familiares y amigos afectaba ya a muchos vecinos. 
               Esa misma noche, 
              mientras se disponía a cenar con Becky, Miles recibió 
              una llamada urgente de su amigo Jack. Una vez en su casa éste 
              le mostró algo que, a pesar de parecer un cuerpo humano, 
              no era exactamente un cadáver: carecía de señales 
              que pudieran justificar su muerte; sus rasgos estaban difuminados; 
              carecía de huellas dactilares; y, lo que resultaba aún 
              más inquietante, su estructura física coincidía 
              con la de Jack. 
               Los dos amigos, 
              junto con Becky y Teddy, la mujer de Jack, decidieron no llamar 
              a la policía por el momento, y mantenerse a la espera de 
              que se produjera algún cambio en el extraño cuerpo. 
              El doctor llevó entonces a Becky a casa, donde ambos se sorprendieron 
              al encontrar levantado a esas horas al Sr. Driscoll, quien en aquel 
              momento subía del sótano. 
               Horas después 
              Jack y Teddy llegaron aterrados a casa de Miles. Le explicaron que 
              cuando se durmieron el "cadáver" había abierto 
              los ojos, apareciendo poco después en su mano una herida 
              idéntica a la que Jack se había hecho poco antes: 
              todo indicaba que el cuerpo que yacía tendido en su casa 
              estaba adoptando la apariencia de su anfitrión. 
               Miles telefoneó 
              entonces a Kauffmann para que acudiera a su casa, y mientras esperaba 
              la llegada de su colega fue a casa de Becky a comprobar que se encontraba 
              bien. Una vez allí, obedeciendo a algún extraño 
              presentimiento, decidió no llamar a la puerta y entrar por 
              la ventana del sótano, donde descubrió otro cuerpo, 
              esta vez idéntico al de Becky. Inmediatamente sacó 
              a la mujer de la casa y la llevó a la suya. 
               Poco después 
              los cuatro amigos, a quienes ya se les había unido el Dr. 
              Kauffmann, descubrieron que tanto el doble de Jack como el de Becky 
              habían desaparecido. El psiquiatra mostró su escepticismo 
              acerca del relato, y dio a todo el asunto una explicación 
              racional. Además, la policía les informó de 
              que un cadáver que se correspondía con la descripción 
              del de la casa de Jack había aparecido en un granero incendiado. 
              Aunque en absoluto convencidos por tales argumentos, los cuatro 
              amigos decidieron concederse un descanso, marchándose todos 
              a dormir a casa de Miles. 
               La noche siguiente, 
              mientras preparaban una barbacoa, un desconcertado Miles explicó 
              a sus tres amigos cómo Wilma le había asegurado por 
              la mañana que había superado su obsesión respecto 
              a su padre, mientras que Jimmy aparentaba encontrarse perfectamente 
              feliz junto a su madre. El carácter aparentemente tranquilizador 
              de estas noticias pronto se puso en cuestión ante un descubrimiento 
              horrible: en un invernadero a pocos metros de ellos se estaban formando 
              unos cuerpos idénticos a los suyos a partir de unas enormes 
              y extrañas vainas. Miles y los demás comprendieron 
              entonces que tales duplicados sustituían a las personas originales 
              aprovechando el momento en el que éstas se dormían. 
               Tras destruir las 
              réplicas (sigue narrando Miles en la comisaría), trataron 
              de conectar con el FBI, pero las extrañas criaturas ya se 
              habían hecho con el control de las líneas telefónicas, 
              por lo que decidieron que Jack y Teddy fueran a buscar ayuda al 
              pueblo vecino, mientras que Miles y Becky se dirigirían a 
              refugiarse a casa de Sally. 
               Comprendiendo que 
              no podían fiarse de nadie (sobre todo tras destruir dos nuevas 
              vainas colocadas en el maletero de su coche por el empleado de una 
              gasolinera), se acercaron sigilosamente a la casa de la enfermera. 
              A través de la ventana pudieron observar a un grupo de vecinos 
              allí reunidos alrededor de una vaina que se disponían 
              a colocar en la habitación de la hija de Sally, con el consentimiento 
              de la propia madre. 
               Becky y Miles fueron 
              entonces descubiertos y todo el pueblo, que al parecer ya había 
              sido sustituido por los terroríficos e inhumanos duplicados, 
              se lanzó en su persecución. La pareja se refugió 
              entonces en la consulta del Dr. Bennell, donde tomaron unas píldoras 
              para evitar ser vencidos por el sueño mientras esperaban 
              a que Jack regresara con ayuda. Pero el tiempo pasaba y la caballería 
              no acababa de llegar, y desde la ventana observaron cómo 
              cientos de vainas eran repartidas entre los habitantes de pueblos 
              vecinos: la invasión trataba de extenderse. 
               Finalmente horas 
              después apareció Jack. Pero la alegría de Miles 
              y Becky se desmoronó cuando descubrieron que su amigo había 
              sido "sustituido", y que le acompañaban Kauffmann 
              y otros vecinos, todos ellos dobles deshumanizados, quienes llevaban 
              sendas vainas destinadas para el Dr. Bennell y su amiga. Kauffmann 
              trató de hacer ver a su colega el interés científico 
              del asunto, explicándole que las vainas eran el fruto de 
              unas semillas extraterrestres que vagaban por el espacio y echó 
              raíces en un campo cercano. El psiquiatra aseguró 
              que el proceso no era doloroso, y que en cuanto sus cuerpos fueran 
              sustituidos ya no experimentarían molestos sentimientos como 
              la ambición, la fe, o el amor. 
               Pero la pareja seguía negándose 
              a transformarse en seres sin alma, consiguiendo huir tras inyectar 
              unos somníferos a sus captores. Su objetivo era llegar a 
              la autopista y tratar de detener algún vehículo que 
              pudiera sacarles de allí. Comprendieron que su única 
              oportunidad de escapar consistía en aparentar frialdad, ausencia 
              de emociones, como si el cambio ya se hubiera producido, con el 
              fin de no despertar sospechas entre sus vecinos. Pero una vez en 
              la calle Becky no pudo contener un grito al ver que un perro estaba 
              a punto de ser atropellado. Esto les delató, y la multitud 
              se lanzó de nuevo en su persecución. 
               Agotados por tensión y la falta de 
              sueño la pareja huyó entonces hacia las montañas, 
              escondiéndose en una mina abandonada donde pudieron despistar 
              a sus perseguidores. Allí pasaron varias horas, y antes de 
              decidirse a abandonar su refugio Miles salió a explorar los 
              alrededores tras dejar a Becky oculta y a salvo. El doctor descubrió 
              entonces que en una granja cercana se estaban produciendo miles 
              de vainas, las cuales se cargaban en camiones, listas para su exportación. 
              Cuando Bennell volvió junto a su compañera presenció 
              horrorizado como la mujer, vencida por el cansancio, no pudo evitar 
              dormirse durante unos instantes: el ser que instantes después 
              abrió los ojos, unos ojos fríos e inhumanos. Ya no 
              era Becky. El cambio se había producido. 
               Desesperado, y perseguido también 
              por su antigua novia, Miles consiguió llegar a la autopista. 
              Pero sus intentos de detener algún vehículo no tuvieron 
              éxito, por lo que se subió al remolque de un camión 
              que se dirigía a Los Ángeles. Un camión que 
              transportaba una terrible carga: cientos de vainas extraterrestres. 
               El flash-back termina con un Dr. Bennell 
              a punto de enloquecer, convencido de que la invasión alienígena 
              se extiende por la ciudad. El psiquiatra de la policía, en 
              cambio, no cree ni una palabra del relato, y cuando se dispone a 
              prescribir el tratamiento que cree necesitar Miles, ingresan en 
              urgencias a un hombre que ha sido atropellado por un vehículo 
              procedente de Santa Mira. Los enfermeros comentan que han tenido 
              que sacar al herido de debajo de unas extrañas vainas. 
               Ahora la policía no tiene más 
              remedio que tomar en serio el testimonio del Dr. Bennell, por lo 
              que inmediatamente se dan las órdenes pertinentes para detener 
              la invasión. 
               La fidelidad a la novela 
               Sin ninguna duda, esta primera adaptación 
              de la obra de Finney es la más fiel de las tres rodadas hasta 
              el momento. Además del argumento, el cual se sigue punto 
              por punto, tanto personajes, momento histórico, y escenarios, 
              son idénticos a los que aparecen en el libro. Sólo 
              algunos detalles diferencian ambas obras. Detalles pequeños, 
              la mayoría de ellos, pero significativos en otros casos. 
               En la película la acción parece 
              condensarse respecto al libro, dando la impresión de que 
              todo transcurre en un periodo de tiempo más corto, y eliminando 
              algunos detalles que frenan el avance de la trama. 
               Así desaparece en la película 
              el Dr. Budlong, primero en tratar de dar una explicación 
              del origen de las vainas en una escena estática que ralentiza 
              el ritmo. También se reducen los apuntes románticos 
              en los cuales Miles se interroga acerca de sus sentimientos sobre 
              Becky y sobre la conveniencia de éstos. No se muestra tampoco 
              la escena en la que Bennell contacta con un amigo que tiene en el 
              Pentágono para informarle de lo que pasa y pedir ayuda. En 
              el libro esta escena resulta bastante absurda: tras una larga conversación 
              telefónica con el militar, ambos deciden que es mejor no 
              informar a sus superiores, ya que seguramente no les creerían 
              y no serviría de nada. Dado lo grave de la situación, 
              lo lógico parecería intentar conseguir ayuda. En la 
              película Bennell sí trata de conectar con agentes 
              del gobierno fuera de Santa Mira, pero le resulta imposible porque 
              las líneas telefónicas ya están controladas 
              por los invasores. 
               Así mismo se eliminó en la 
              película el dato de que los invasores, dada su naturaleza 
              alienígena, tan sólo viven 5 años, ni se muestra 
              tampoco el engaño, un poco burdo, que Miles y Becky llevan 
              a cabo: consiguen confundir a las vainas para que dupliquen a dos 
              esqueletos en lugar de a ellos mismos (al no aparecer esta escena, 
              en la película no se llega a saber con certeza qué 
              sucede con los cuerpos originales después de ser duplicados, 
              mientras que en el libro "vemos" cómo se convierten 
              en polvo). Todos estos elementos eliminados respecto a la novela 
              consiguen que la película gane en densidad, en concreción, 
              consiguiendo gracias a ello un ritmo excelente. 
               Además, la película añade 
              escenas que no aparecen en el libro. Por ejemplo, ese perro a punto 
              de ser atropellado que delata la humanidad de Becky. Pero, sobre 
              todo, nos regala esa estremecedora escena del invernadero en que 
              los cuatro amigos contemplan horrorizados cómo se están 
              duplicando sus cuerpos. Esta escena, posiblemente la que más 
              perdura en la memoria del espectador, curiosamente no aparece en 
              el libro. 
               No obstante es en el desenlace donde existen 
              mayores diferencias, a pesar de que tanto el libro como la película 
              acaban "bien" (por decirlo de alguna forma). En la novela, 
              tras incendiar una plantación de vainas, Miles y Becky observan 
              cómo las supervivientes se elevan hacia el cielo, huyendo 
              de un planeta en el cual parecen haber encontrado demasiada resistencia. 
              La situación resulta un poco absurda ya que, a pesar de haber 
              acabado con una plantación, en ese momento la pareja está 
              totalmente exhausta y acorralada. En la película también 
              se da a entender que la invasión va a ser detenida, pero 
              el final resulta mucho más inquietante, ya que Miles ha pedido 
              a Becky (cosa que no pasa en el libro), y casi la cordura. 
               Claro que mucho más terrorífico 
              resultaba el final previsto en un guión previo, en el cual 
              no existía la parte en la que el Dr. Bennell narraba su historia 
              al psiquiatra. La historia acababa con el hombre gritando en la 
              autopista, desesperado al no conseguir convencer a nadie de que 
              la invasión se está extendiendo. 
               En resumen, basándome en lo que he 
              comentado, considero esta película superior al libro. 
               Aunque la base argumental 
              es mérito de Jack Finney, por supuesto, el estilo literario 
              del libro me resulta en exceso simple y carente de personalidad. 
              La película tiene el acierto de eliminar los elementos más 
              flojos del original, y potenciar los más interesantes, superando 
              en calidad a su referente literario. Personalmente estoy convencido 
              de que si la obra de Finney despierta tanto interés casi 
              50 años después de su publicación se debe a 
              lo bien que la ha tratado el cine. Algo parecido a lo que sucedió, 
              por ejemplo, con Tiburón, una novela muy mediocre que no 
              perduraría en el recuerdo de casi nadie si no hubiera dado 
              lugar a esa obra maestra de Steven Spielberg. 
               Segundas lecturas 
               Cuando se lee o se escucha algún comentario 
              sobre esta película (o sobre muchas de sus compañeras 
              de "quinta" y de género), resulta sumamente frecuente, 
              por no decir inevitable, encontrarse con que se realiza de ella 
              una lectura simbólica. Se suele asegurar que su argumento 
              no es otra cosa que una metáfora acerca de la paranoia que 
              existía en los años cincuenta en Estados Unidos ante 
              una posible invasión comunista. 
               La guerra fría había creado 
              tal estado de ánimo en la población que por todas 
              partes se creía ver agentes del siniestro ejército 
              rojo. Cualquier enemigo que el cine presentase en los años 
              cincuenta, fuera humano o extraterrestre, natural o sobrenatural, 
              posteriormente se identificaba con la amenaza soviética. 
              Personalmente me irrita bastante este tipo de acercamiento a las 
              películas. 
               No niego que estas lecturas tengan su base. 
              Tanto en la novela (en la que Bennell piensa que "estamos refinando 
              tanto nuestras vidas que suprimimos todo rastro de humanidad en 
              ellas") como en las películas, se habla de la progresiva 
              deshumanización que sufre el ser humano causado por el progreso 
              y el avance tecnológico de la sociedad, que nos llevan a 
              sacrificar nuestra alma a cambio de la eficiencia. 
               Posiblemente los risibles extraterrestres 
              de Invasores de Marte, el pepino hiperdesarrollado de El enigma 
              de otro mundo, o las propias vainas gigantes de La invasión 
              de los ladrones de cuerpos (por escoger sólo algunos ejemplos 
              de entre los muchos posibles), fueran, consciente o inconscientemente, 
              inspirados por esa maravillosa cruzada emprendida por el inefable 
              senador McCarthy, y por la paranoia generada por la guerra fría. 
               Es muy posible, y supongo que muy interesante 
              a efectos sociológicos o históricos. Pero desde mi 
              punto de vista no es este elemento primordial a la hora de analizar 
              todas estas películas. Considero un error que casi siempre 
              que se analice el cine fantástico de los cincuenta (repleto 
              de bodrios, pero también de numerosas obras sumamente interesantes), 
              se recurra al tema de la metáfora política como elemento 
              sustancial de las películas. Esto no beneficia en absoluto 
              a los filmes analizados, ya que relega a un segundo plano sus valores 
              auténticamente cinematográficos. Un error que me molesta 
              notablemente, ya que afecta sobre todo a un género tan querido 
              por mí como es el fantástico. 
               El caso de La invasión de los ladrones 
              de cuerpos es idóneo para discutir lo inadecuado que puede 
              resultar este enfoque. 
               Primero porque es una de las películas 
              en las que más evidente resulta que ese miedo que relata 
              (el de ser sustituido por un doble inhumano), puede identificarse 
              con el miedo real que existía a esa invasión comunista 
              (quienes se pensaba que también carecían de alma). 
              Esto ha originado que el sambenito de "película que 
              retrata la sociedad norteamericana durante la guerra fría" 
              le haya acompañado durante todos estos años. Por otra 
              parte, el hecho de que el guión fuera escrito por Daniel 
              Mainwaring, seudónimo de Geoffrey Homes, un novelista norteamericano 
              incluido en la lista negra durante la caza de brujas por sospecharse 
              que simpatizaba con el comunismo, hace suponer que el film no trataba 
              de advertir sobre la amenaza contra la que creía luchar McCarthy; 
              tal vez sobre todo lo contrario. 
               Y segundo, porque evidencia la perversión 
              de esta línea crítica: el análisis simbólico 
              se aplica en esta ocasión a una excelente película 
              (sin duda de las mejores entre las realizadas durante aquel periodo), 
              y desvía la atención de los auténticos y numerosos 
              valores de la obra, más que suficientes para demostrar la 
              calidad de la película sin tener que recurrir a segundas 
              lecturas. 
               La película 
               Cuando vi por primera vez La Invasión 
              de los ladrones de cuerpos tenía menos de diez años, 
              y dejó en mi algunas huellas profundas. La primera en forma 
              de quemadura. Me la produje a fuerza de frotarme la barbilla durante 
              gran parte de la película. Estaba tan nervioso que ni siquiera 
              me di cuenta de lo que estaba haciendo. Aquella quemadura se curó 
              en unos días, pero el recuerdo de aquellas vainas pariendo 
              sus inhumanos dobles jamás desapareció. 
               La invasión de los ladrones de cuerpos 
              es una de esas obras que hacen amar y respetar el cine fantástico. 
              Una película que con una estética sobria, casi más 
              propia del cine negro que de la ciencia-ficción, y con la 
              ayuda de un competente reparto, desarrolla un sólido guión 
              que avanza inexorablemente, sin pausa, conduciéndonos a través 
              de la inquietante historia. 
               Habrá quien piense que una película 
              con ritmo debe ser algo así como La roca, o Batman y Robin, 
              las cuales basan la supuesta fluidez de la narración en elementos 
              puramente artificiales, como absurdos movimientos de cámara, 
              frenéticos efectos de montaje, y, por supuesto, abundante 
              pirotecnia. Pero el auténtico ritmo sólo puede lograrse 
              en el plano intelectual, y reside en la capacidad del guión 
              de proporcionar información interesante de una forma interesante, 
              dosificando los datos de modo que la narración (y gracias 
              a ello la mente del espectador) se mueva continuamente hacia delante. 
              En este sentido el guión de Daniel Mainwaring (tremendamente 
              eficaz, sobrio y conciso), se revela como una pequeña obra 
              maestra. 
               El interés del espectador se despierta 
              a los pocos minutos de metraje, con la aparición de Jimmy 
              (el niño que asegura que su madre no es su madre), y a partir 
              de ese momento se van añadiendo, de forma incesante, nuevas 
              piezas a la historia, las cuales van creando una poderosa sensación 
              de desasosiego. 
               La narración avanza sin detenerse, 
              implacable, hasta el extremo de que resulta imposible eliminar cualquier 
              escena de la película sin que ésta se resienta. A 
              esta severa concisión se le añade, además, 
              una envidiable tenacidad en lo referente a no soltar el hilo central 
              de la historia. Insisto aquí en lo inteligente que me parece 
              haber eliminado algunos elementos del libro. Un guión específico, 
              sutil, conciso, sin elementos superfluos, y que no divaga, como 
              éste, es sin duda una joya difícil de encontrar. Una 
              joya con auténtico sentido del ritmo, sumamente eficaz a 
              la hora de crear una gran tensión, incrementada ésta 
              por el hecho de que la narración transcurre a lo largo de 
              un corto periodo de tiempo (unos pocos días). 
               Resulta evidente la predilección que 
              siento por esta película. Aún así, no me queda 
              más remedio que resaltar lo que resulta, a mi entender, un 
              notable fallo de guión, el cual me sorprende no haber encontrado 
              señalado en ningún sitio: cuando los humanos son sustituidos 
              por sus duplicados extraterrestres se supone que éstos cobran 
              vida mientras que los originales son destruidos (o se autodestruyen) 
              de alguna forma. Entonces... ¿qué pasa con Becky? 
               
               Ella se duerme y se transforma en presencia 
              de Miles, sin que haya sustitución de cuerpos. La auténtica 
              Srta. Driscoll cierra los ojos, y cuando despierta es su mismo cuerpo 
              el que alberga a ese ser deshumanizado en que se había resistido 
              con todas sus fuerzas a convertirse. El mostrar cómo una 
              mujer enamorada cierra los mismos ojos que instantes después 
              vuelve a abrir una criatura no humana produce un efecto dramático 
              realmente poderoso, tan poderoso que posiblemente resultó 
              irresistible para los responsables de la película. Pero lo 
              cierto es que la escena traiciona la lógica de la narración. 
              Se puede argumentar que el cambio se produce mientras Miles está 
              ausente. Sin embargo eso implicaría que cuando éste 
              regresa ella finge seguir siendo la Becky original, lo cual chocaría 
              con el comportamiento visto hasta ese momento en los duplicados. 
              Por otra parte ¿no es raro que hubiera una vaina en aquella 
              cueva? 
               Pero este desliz, aunque notable, no afecta 
              en absoluto a la calidad de una película que cuenta con escenas 
              tan magníficas como la ya citada del invernadero. O como 
              aquella en la que un enloquecido Miles trata de detener algún 
              vehículo en la autopista, y comprueba horrorizado que las 
              vainas invasoras ya están siendo enviadas a Los Ángeles 
              y San Francisco. 
               Esta conmoción debió haber 
              sido compartido por el público de haberse mantenido el final 
              originalmente previsto para la película, aquél que 
              mostraba a Kevin McCarthy gritando a los conductores (a los espectadores, 
              en realidad) "¡Todos ustedes están en peligro! 
              ¡Ya están aquí! ¡Usted será el 
              primero! ¡Y usted el siguiente!". Pero en aquella época 
              el final feliz era un poco menos que obligatorio (taquilla manda), 
              por lo que se decretó esa construcción en flash-back 
              que desemboca en un forzado final feliz, el cual, para mí, 
              empaña un poco el brillo de esta obra maestra del cine fantástico. 
               Afortunadamente queda el 
              consuelo de que, veintidós años después, los 
              pequeños "defectos" de la película serían 
              reparado de alguna manera gracias a un excelente remake de la película: 
              La invasión de los Ultracuerpos.  
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